Resumen: El uso político de la Historia ha sido un tema de interés para multitud de autores que, desde sus estudios, han comprendido que el pasado es una herramienta sagaz para la formación de identidades y para la legitimación de todo tipo de regímenes políticos. Con el interés de ahondar en cómo el argumento histórico ha servido para sostener políticas, en general, y a los agentes políticos -monarcas, papas, tiranos, dictadores-, en particular, este artículo se centra en la relación que tuvo Alejandro VI con la Antigüedad clásica en el contexto del quattrocento romano. Para ello, presentamos las antigüedades -principalmente inscripciones- que coleccionó desde su etapa cardenalicia y las empresas arqueológicas que llevó a cabo en Roma y sus alrededores, incidiendo en su amistad con humanistas de reconocido prestigio, así como en el ambiente intelectual en el que se desenvolvió durante toda su vida. Las antigüedades de Roma, que durante toda la Edad Media fueron utilizadas como medio de legitimación del papado, permitieron a Rodrigo de Borja entroncar con los emperadores romanos, constituyendo no sólo un interesante aspecto de su personalidad, desatendido por la historiografía, sino también una aproximación, desde la perspectiva de la Recepción de la Antigüedad, a la construcción de su imagen de poder.
Abstract: The political use of History has been a topic of interest for many authors who, from their studies, have realised that the past is an acute tool for the development of identities and for the legitimation of all kind of political regimes. Aiming to go beyond into how the historical justification has served to support policies, in general, and political agents –monarchs, popes, tyrants, dictators– in particular, this article focuses on the relationship that Alexander VI had with Classical Antiquity in the context of 15th century Rome. Thus, we present the antiques –mainly, inscriptions– that he collected as a cardinal, and the archaeological campaigns that he carried out in Rome and its surroundings, highlighting his friendship with well-known humanists, as well as the intellectual environment in which he dwelled throughout his life. The antiques of Rome, which, throughout the Middle Ages, were used as a means of legitimizing the papacy, allowed Rodrigo de Borja to connect with the Roman emperors, constituting not only an interesting aspect of his personality, neglected by historiography, but also an approximation, from the perspective of the Reception of Antiquity, to the construction of his image of power.