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Data: 29 d'abril de 2020
Categories: Blog, Textos
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La història aragonesa continua el periple de Lucrècia Borja amb la narració del retorn a Roma de la dama i del seu germà Jofré de Borja, amb els consorts respectius, els també germans Alfons i Sança d’Aragó, cridats pel papa Alexandre, que no pot amagar l’enyorança de la filla i la jove. Unes setmanes després, el 31 d’octubre de 1499, neix el primer fill legítim de Lucrècia, Roderic d’Aragó. El mateix sant pare no amaga la seva alegria pel naixement durant l’ofici de Tots Sants, compartida per l’ambaixador napolità Pignatelli, que encara no sembla haver perdut les esperances en l’aliança entre el papat i el rei de Nàpols, oncle-avi de la criatura.

L’anònim cronista ofereix aquí un relat detallat dels usos entre les classes benestants romanes al voltant del naixement dels plançons que asseguraven la continuïtat de les famílies; inclou magnífiques descripcions del vestuari dels protagonistes, dels paraments i els espais on tenen lloc les celebracions, i de les cerimònies, privades i públiques al voltant d’un esdeveniment central, el bateig. Roderic d’Aragó rep el sagrament, “el sacro caracto del babtismo”, el dia de Sant Martí, l’11 de novembre. Prèviament s’ha ofert una recepció, en principi limitada a les nobles romanes, a la mateixa casa on encara reposa convalescent la mare acabada de parir; Lucrècia la presideix des del llit, i exerceixen d’amfitriones la cunyada Sança d’Aragó, però també dos personatges de l’entorn borgià que, tot i aparèixer poc a les fonts coetànies, semblen haver tingut un cert paper en l’entorn privat proper a Lucrècia: la seva mare, Vannozza Cattanei, i una germanastra per part de pare, Isabel Matuzi. També hi ha a prop els parents masculins de les convidades, sempre temorosos que els “ispanos” no es prenguin massa llibertats amb les seves dones, segons que ho interpreta el cronista, bastant sorprès de la presència masculina. Un cop arribat el seguici que durà el nounat Roderic a la pica baptismal, confiat als braços del capità pontifici Joan de Cervelló –però amb tres dames bregades de l’entorn borgià que subjecten amb delicadesa el drap que protegeix del vent la cara de la criatura–, comença la processó cap a Sant Pere, on se celebra el bateig. Oficia el cardenal de Nàpols, Oliviero Caraffa. Un cop tornats a casa té lloc el convit, les “confectiones”, on el cronista troba nous motius per riure’s de la gelosia dels romans i elogiar la “nasción yspana”, que en qüestions d’honor, diu, sap mantenir les formes. Un cop més, Alexandre, dividit –o no tant– entre la seva doble condició d’autoritat eclesiàstica i de cap de llinatge, observa en secret les anades i les vingudes del seguici del bateig, amagat rere una gelosia “porque non fuesse visto, mas non lo fizo tanto cubierto que se huvo plena noticia de su sanctedat”.

{319} Cómo por mandado del pontíffice fueron reduzidos en Roma la princesa su nuera y empués su fixa con sus maridos, e cómo esta noble su fixa parturió en Roma, y la grande e maravillosa fiesta que mandó fazer del baño de la creatura, con otras cosas mucho maravillosas.

D’amor paterno ençendido el senyor grande Alexandro, papa romano, non podía remediarse más aconsoladamente que tener acerqua sus fixos e yernos. L’apartamiento d’ellos mostrava seyerle vecino y abreviar sus días, y d’ellos la presencia l’era remedio e solacio grande a sus enoxos. E pues aquel real su yerno fue reducto a Spoleto con su bella muller apreciada ultra modo, segunt fue dicho, prepuso acerquárselos. Y fablasse el vulgo, non curava d’ello. Y dando exequción a su maravilloso desseo, primero a su real nuera dona Sancha, porque non fuesse nota su venida, vestida como a hombre másculo, pues era robusta a comportar el trebaxo del cavalgar, apartado del grado femenino ultra modo, acompanyada de quatro de cavallo e dos stafferos del comdado d’Olivito, en el realme, adonde fue relegada, dando en camino hora ya noche, jueves a diez del mes de octobre, fue puesta dentro el palacio appostólico en aquella torre nueva borgescha fecha labrar por su sanctedat, en la qual dio presión al príncipe d’Esquillaig, su fixo, marido d’ella, segunt a çagua en el capítulo “Permitte, etc.” Gratíssima fue a su sanctedat la presencia real d’esta duenya; qui mal quiso fablar huvo opportunidat, si quisiesse, a esventar con todo complimiento sus libidinosos movimientos, mayormente absente el príncipe, como fue dicho, qu’estava quasi presonero a Spoleto.

E ya que la fama fue divulgada de seyer arribada esta senyora real media a tanto buen puerto, quiso venisse la otra dama amada tanto de su sanctedat, fue dona Lucrecia, su fixa, con su marido, aquel de sangre d’Aragón don Alfonso, y el d’Esquillaig, príncipe appostólico, nieto de Christo, su fixo. Mandó su sanctedat con sus patentes a todos los castillos, tierras e ciudades veniessen hombres eletos por traher su mucha nobilidat a braços fata dentro Roma y que guardassen cómo fermavan los piedes por camino, non tomasse ella enoxo e non se podiesse desconchar o affollar del prenyado, que andava ya acerqua el noveno mes. En estos piadosos fechos naturales ultra modo dado a los hombres del mundo, entendía su sanctedat como si fuessen cosas divinas o que andasse el universo interesse. Del recibimiento e presentes que havían a fazer complidamente fue mandado a todas las tierras d’esti camino. Y poniendo esto exequción, aparejado hun magníffico e riquo lecho con cámera de tablas subtilmente labrado por recelo del viento, puesta ella dentro a fuerça de braços e cuello d’ombres fue trayda. Ya stavan d’un lugar a otro aparexados hombres para exequtar el mandado papal. E assín delicadamente, pomposamente, honradamente, encarescidamente, por toda la vía fue solaçada e trayda, que una deessa d’aquel tiempo, si fas est dicere, más reverentemente non se podía acatar ne traher que su mucha nobilidat fue trayda, féchale honra de presentes, esto fue en capones, gallinas e aves volátiles, pan, vinos, fruytas, çevadas en abundancia e con todo complimiento. En tanto que plugo a nuestro senyor Dios e a los appóstolos e otros sanctos que por esta venida rogavan e intercedían de continuo qu’el lunes a XIIIIº del mes preffato fue puesta en el conspecto deyphico paterno dentro el palacio appostólico; plugo mucho a su sanctedat la vista d’esta fixa bella famma, pues era carne tierna segunt l’usar de la Francia. Y ahun fue confortado de la vista del preffato don Alfonso, su yerno, y del príncipe su fixo d’Esquillaig. Stuvieron apartados estos papalistas del conspecto sacro e sancto, comptando de ocho del mes de agosto fata el XIIIIº día del mes de octobre, dos meses e seys días íntegros, y más non podiendo tolerarlo, amor d’ellas lo conduxo a fazerlas prestamente venir en Roma; a la barba de los hombres del século.

Jueves empués, viespra de Todos los sanctos, a trenta uno del mes de octobre de novanta nueve anyos plugo a nuestro senyor Dios que por rogarias del sancto senyor el summo pontíffice que la dama aquella dona Lucrecia, su fixa, de su prenyado parió e fue fixo másculo, grandemente letifficó esti parto ultra modo l’ánimo al preffato grande senyor y empués a todos los suyos parientes doméstichos intrínsechos, criados, amados e otros servidores suyos. Y el día empués, la fiesta de Todos los sanctos, su sanctedat mucho alegramente fizo fazer e sollepnizó el officio mayor en su pomposa capilla mayor papal de su palacio appostólico, en el qual presidió con mucha alegría, con todos sus cardinales, obispos e otros prelados número copioso e ahun otros de título, senyores y embaxadores de reyes e potentades principales ytálichas número grande; judicó todo hombre esta leticia fue por el creximiento de su linatge d’aquella noble e tanto amada su fixa, y entre los otros embaxadores e senyores fue allá presente, arreado maravillosamente, aquel Pinyatelli, embaxador del preffato excelente rey de Nápoles, qui mostró mucho apertamente alegrarse d’esti parto por seyer en deudo de consanguinidat con la real magestat de su rey; trahía vestida ropa brochado d’oro maravilloso con folra de martas gibellinas, richos e mucho pomposos, de oro gruessa cadena en los pechos con alguna pedrería maravillosamente, e con grande complimiento achatado fue mucho por todos.

Empués, el lunes que se comptó a XI del mes, día del glorioso sancto Martín, fue dado esti nascido al sacro e sancto babtismo. Los padres, como açagua fue dicho, posavan en la casa del sacristán de la ecclesia de Sant Pedro; tiene esti título con la casa el cardinal In porticho, qui se fue de Roma fecha la creación d’esti pontíffice, empués nuncha bolvió; esta casa está juncta con la ecclesia de Sant Pedro, a palacio appostólico d’una parte e la casa del sacristán de la otra. Esti babtismo fue fecho con grande pompa e tanta qu’el concurso del pópulo, por la grande maravilla que vedían del papa, que fazía fazer la fiesta d’esti babtismo pomposamente, acudió allá por veyerla como si se dasse públicamente la benedictión general appostólica o si se mostrasse el Vulto sancto. Acudieron allí convidados por parte de su sanctedat todos embaxadores de reyes, e senyores grandes temporales, e potentades ytáliquas, nobles, cavalleros e otros gentileshombres mucho famosos. Los embaxadores d’aquel muy alto senyor el rey de Spanya no quisieron comparescer en esta fiesta por non desplazer a la alteza de sus senyores el rey e reyna, los quales no laudavan la forma del vivir del grande senyor. El senador, conservadores, officios mucho principales e ciudadinos poderosos de Roma ahun fueron invitados, y d’estos romanos en esta fiesta sus muxeres las jóvenes, que d’ellas huvo copia, en forma e aspecto mirable, con algunas damicellas sposadas e otras tanto maravillosas; éstas comparescieron grandemente arreadas, stimadas e apreciadas de joyas, perlas, piedras finas número copioso, con ropas, sedas de muchas suertes e colores y ahun brochados, unos d’oro, otros de plata, bien honradamente e magníffica.

D’estas muxeres romanas, con los maridos, hermanos e parientes allí fueron, por la temença e fastío con odio que tenían a la gente d’Espanya non las robassen e non las tractassen de lengua, de vista, en vaguejar o festejar o en otra manera, y puestos ellos con ellas dentro la casa de la senyora parida. Stava ella puesta en lecho riquíssimo, con cobertor d’oro brochado maravilloso; los paramentos de cortinas sumptuosos eran senyal e armas d’Aragón de cetín carmesín, una vía amplo del panyo, otra vía de brochado d’oro plomo sumptuosamente labrados, mucho bella e richa cosa; en el cabeçal del lecho havía coxines tanto insignes; traí<i>a en la testa bonete carmesín con maravilloso fermall en él puesto, y en sus pechos joyas sumptuosas, pertenescientes estos arreos a personas reales. La cuna d’esta creatura richamente se mostró con cubierta d’oro, con hun papallón richo d’armas d’Aragón de brochado d’oro e cetín carmesín. Havía, más, otro lecho; era de reposo, maravillosamente parado. Otros arreos mucho pomposos havía ahún en esta cámera, muchos maravillosos, por muros e por suelo d’esta cámera, eran quasi deyphicos. Stavan dentro la cámera, por recebir a estas romanas, la princessa aquella senyora dona Sancha, cunyada de la parida en cuerpo; vestía gonella brochado d’oro con vías de cetín negro d’alto a baxo –son armas e senyal de su marido, el príncipe, que faze las del papa, su padre, campo d’oro e quatro barras negras por transverso–; puesta fue ella aquel día richamente, que con su grande disposición era magnífficamente e con grande amor acathada del buen ayre que tenía de su cuerpo. Empués fue allí aquella la Pannoza,[1] de suerte e condición mucho ínfima, madre a esta dama la parida; vestía ropa e gonella vellutada negra con su machanyano en la testa, ábito e porte romano; con su mucha disposición de cuerpo, ahunque fuesse de edat avançada de XXXX anyos, fazíala bel mirar. Húvoy, más, otra fixa del papa,[2] muxer de Pietro Matucho, scriptor appostólico; fízola su sanctedat stando en su studio, fue la primera fixa; trahía vellutado carmesín con otro macanyano apartado de la otra suerte. Estas tres recebían las donas convidadas, acaresciándolas humanamente. Los hombres romanos a sus muxeres e fixas stavan mucho acerqua, non se les acerquase ningún spano, e si alguno fuesse hosado non solamente acerchar, mas fablar o mirar, eran mucho odiosamente apartados; tal permisso les dio el grande senyor. Comparesció ahún Jacobucho de Sancta Cruçe, de natura infecta de judíos, era valedor a casa Ursina, con más de L hombres romaneschos, los demás de barba prima; por la otra parte comparesció en esta fiesta Bartholomeo de la Valle, ciudadino romano de antiguo linage, con otros tantos más barbados e más granados hombres de parcialidat Colona; por bien solaçar e acompanyar esta fiesta quisieron estas bandosidades mostrarse.

E ya que esta copia de gentes fueron llegadas, dando exequción al caso de la creatura, por andar al sancto babtismo, fue puesta encima los braços d’aquel mucho noble cavallero don Joan de Cervelló, capitán d’armas por la sanctedat preffata; andava él con capa a media cama de vellutado carmesín con barras d’oro, mucho bellamente, y el manto de la creatura era brochado d’oro riquíssimo con folra insigne de gebellines, con tovallola de seda labrada maravillosamente encima la cara por el viento. Esta tovallola por los floques, los extremos, porque non dasse fastidio en el viso a la creatura, la tenían hun pocho alçada tres madrinas que fueron presentes al nasçer d’ella, y d’estas tres conviene que por buen exemplo e ahun solacio de quien leyrá dar algún vestigio qui fueron ellas, y fueron d’aquellas que llamaron buenas donas de mantell. La primera se llamó Catherina o Cathalina, mucho conoscida; fue castellana cordubesa, ya de edat de más de XXXX anyos; tenía marcha maravillosa: hun senyal de limaquo de caracol le travessava mucho al descubierto la cara con las narizes. La otra se llamó la Monchada;[3] natural era de Valencia d’Aragón, fino pelo, era de edat de LX anyos. Para fallarse estas nostradas en Roma fizieron el sancto passatge, discorrieron las ínsulas astradas por naves e galeas por aquella xurma pioxosa, subveniendo e serviéndole por Mallorchas, Menorchas, Cerdenya, Cicilia, Malta, el realme; empués tomaron reposo en esta Roma sancta. Si discorrieron en la Barbería, Alexandría e por la Grecia, ellas se lo sabían, muxeres spanyolas que se fall[…] o passan por fuego e flama; y d’esto ellas dizen que son mucho animosas por bien e honestamente vivir. La tercera d’ellas fue romana ya avançada, nombrada Francina, fixa d’espanyol; en su tiempo havía maravillosamente febridos sus cuchillos.

Y dando la puerta fuera por aquella parte que salle a Sant Pedro, fue puesta con muchas verduras enramada de murtra e flores con oro a la mescla copia, músicha grande. Los píphanos o ministres del papa, del castillo de Sancto Ángelo, con trompetas delante, por solaçar esta fiesta, daron principio al partir de la casa; acompanyada esta creatura de los susodichos, assín hombres como muxeres grandemente, y de otro pópulo por veyer esti grande caso maravilloso concurso allí fue. Acathava todo hombre la suerte d’estas madrinas grandemente, honestas muxeres, e mayormente aquella tanto bien marchada parescía plata maravillosa; fue mucha gloria los risos, los gestos que allí se fizieron, con muchos judicios que allí se causaron. Dios se lo veyesse. Y llegados a la capilla del Sixto labrada en la ecclesia de Sant Pedro, allí fue el mayor número de los cardinales <que> convidados a esti babtismo sancto por compadres, por comendamiento del papa, y el embaxador de Venescia, con special procura de su excelsa senyoría, porque se dixiesse seyer fillolo de sant Marquo. En pontiffical fue vestido el cardinal de Nápoles, qui dio esti sacro caracto del babtismo. Y fue por el gubernador de Roma, arcebispo de Rijols, tomada la creatura de los braços del noble capitán preffato, e la tuvo ensemble con micer Francí de Borgia, arcebispo de Cossensa. Y el cardinal Sancto Ángelo, por sí e por los otros cardinales, con special comissión appostólica tochó la creatura, y él con los otros respondieron a las parablas del sacro e sancto babtismo, en el qual fue puesta una grande conqua o bacina, toda de plata blancha, ampla mucho grande, con dos sortillas gruessas, adonde se fizo esti babtismo; e a otra parte hi huvo hun plato grande con pixer d’oro por lavar las manos de la crisma. Fuele dado e impuesto nombre don Rodrigo d’Aragón: el primero nombre fue por el grande senyor el summo pontíffice, y el cognombre por el padre, del extirpe suyo glorioso e descendencia real. Las muxeres romanas, por no star entre gentes d’Espanya, fueron todas puestas enclaustradas dentro la capilla del Vulto sancto, y allí deffuera stavan los romanos –maridos e otros– guardándolas de las manos, vista e presencia de los d’Espanya como de lobos; esto por la mala criança que tienen, que son gentes mucho intemperadas e parte dispuestas e mucho atrevidas en toda lasçivia, con todo que no obran ne toman sino adonde fallan toque.

Ora ya que esti sacramento fue dado, y es el primero grado del christianismo, al bolver para la casa, esta creatura, parte papal e parte real, fue puesta en los braços de Paulo Ursino, fixo de prete, el cardinal Ursino, qui fue camarlengo de la sancta sede appostólica de Roma, con su tovallola e sus jocalias. Allí en la ecclesia el preffato gobernador strenó una copa plata sobredorada e una cadena d’oro; stimóse CC ducados o cirqua. Los otros compadres del sacro collegio, con otros prelados e generosos hombres, por al delante speravan cada huno por sí fazer sus magnífficas e pomposas strenas. Y dando la puerta fuera, las muxeres romanas, sallidas del claustro, seguieron su vía de çagua. Fueron ellas circumdadas de los maridos, hermanos e parientes por la vía, que may dexaron acerquar ninguno d’Espanya; trahíanlas como ovexas guardadas. E subidos ellos y ellas en la casa e todos puestos en el conspecto de la parida, allí se mostró y fue puesta grande credença e aparato de plata, una blancha, otra dorada; fue toda la del papa uffanosa, con grandes confectiones; y ellos con ellas graduados entre sí mismos, ellos mesmos romanos a ellas servieron, e no quisieron que ninguno otro de nasción stranya servisse ne hi fuesse en aquel ajusto e fiesta; de gracia lo demandaron al papa e plugo a su sanctedat assín se fiziesse. Tanto se mostraron medrosos, tanto celosos, tanto invidos estos sutzos, putos, cornudos romanos vellachos, más non se pudo dezir, de toda esta nasción yspana e ahun otra, la qual, adonde faze acathar honra, la saben bien fazer con todo complimiento e bondat e toda <toda> gentileza; mostraron entre ellos haver pocha fiducia en la virtut, bondat e honestidat de sus muxeres, que, si podiessen y la avinenteza les favorescía, farían tanto e más que otra nasción de muxeres. Grande fiesta fue ésta. Su sanctedat, al andar y al bolver de Sant Pedro, d’alto de las cámeras doradas de Innocentio se lo miró todo; stava juso una gelosía porque non fuesse visto, mas non lo fizo tanto cubierto que se huvo plena noticia de su sanctedat. El cardinal de Monreal puso scusa que stava indispuesto; non fue en esta fiesta. Grande fastío tomó el pontíffice d’estos embaxadores d’Espanya cómo non acceptaron, como los otros embaxadores fizieron, esti solacio e convite del babtismo. Las strenas e presentes que estos cardinales, prelados e otros con generosos hombres temorosos del pontíffice, si el contrario haviessen fecho, se stimaron a millares de ducados.

Notes

[1] Vannozza Cattanei.

[2] Isabel de Borja (abans de 1471 – després de 1519), filla del cardenal Roderic de Borja i de mare desconeguda. Casada amb l’oficial de la cúria romana Pier Giovanni Matuzi. Fills: Aurelio, que el papa proveeix de diversos beneficis eclesiàstics, Ippolito, Giulia i Alessandra. Isabel i una de les seves filles són segrestades per membres dels clans Orsini, Alviani i Baglioni per venjar un atac dels soldats de Cèsar Borja a les dones dels Orsini (1503). El 1519, Isabel escriu una carta de condol a Alfons d’Este per la mort de la seva “sorella”, la duquessa Lucrècia, i la signa com a “fidelissima cugnata” (William H. WOODWARD, Cèsar Borja, pròleg de Júlia Benavent, ed. de Maria Toldrà, València: Edicions Tres i Quatre; IIEB, 2005, p. 335 –apèndix refós per l’editora–).

[3] Joana de Montcada i de Vilaragut, de qui es conserva una carta al papa Alexandre, del 25 de juny de 1494, escrita en una curiosa mescla de català, castellà i italià, on es compara la bellesa de Giulia Farnese, amant d’Alexandre, amb la de Caterina Gonzaga (Epistolari català dels Borja, ed. Miquel Batllori, Joan Requesens i Maria Toldrà, València: Edicions Tres i Quatre; IIEB, 2017, p. 259-262).

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