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Data: 27 de febrer de 2020
Categories: Blog, Textos
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Aquell any 1497, tan intens en la vida de Lucrècia, que es va tancar amb un divorci i un fill de paternitat objecte de tota mena de brames escandaloses destinades més a perjudicar la imatge del pontífex que no a la interessada, arribaria al clímax amb l’assassinat, el mes de juny, de Joan de Borja, duc de Gandia, a mans de desconeguts, qui sap si per ordres del seu germà Cèsar, com deien les males llengües. En tot cas, la desaparició del fill en qui Alexandre VI tenia dipositades les seves esperances territorials a les penínsules ibèrica i italiana, obria la porta al primogènit Cèsar per iniciar un procés de secularització que el duria a renunciar al capel cardenalici, a tornar a l’estat laic, contraure matrimoni i protagonitzar una aventura espectacular d’expansió militar a Itàlia. En els primers moments, les noves aliances polítiques dels Borja passaven per la cobejada corona de Nàpols. El més jove dels fills d’Alexandre i Vannozza, Jofré de Borja, ja s’havia casat amb una filla il·legítima d’Alfons II de Nàpols, Sança d’Aragó, i es parlava també d’una princesa napolitana per a Cèsar, ara legítima, Carlota; la noia, però, diuen que va rebutjar el casament amb un “prete figlio di prete” (‘capellà fill de capellà’). Quedava Lucrècia, que el juny de 1498 es va convertir en la dona d’un germà de Sança, Alfons d’Aragó, duc de Bisceglie i “real medio” –per allò que la reialesa només li venia de pare–, tal com el descriu l’anònim autor de la història aragonesa d’Alexandre VI amb l’habilitat que li és pròpia per caracteritzar personatges amb tanta precisió com humor.

La unió de Lucrècia i Alfons va representar durant un temps la fràgil aliança del papat amb Nàpols i va ser tan breu com aquesta. Les noces, però, es van celebrar amb unes sonades festes públiques a Roma, l’estiu de 1498, que van ser objecte de diverses relacions. La més coneguda és una que passa per obra de la cunyada, Sança d’Aragó, publicada fa més de cent anys pel marquès de Laurencín,[1] però aquí recupero la que en fa l’anònima història aragonesa del pontificat d’Alexandre VI que estic antologant, perquè de bon començament situa el casament en el context de les negociacions entre el papa i el rei Frederic III de Nàpols –l’anònim sembla tingut accés a documentació de l’època–, i amb això confirma un cop més el paper de peó que Lucrècia –o millor dit, els seus casaments– van jugar en l’escaquer polític del pontífex. D’altra banda, la relació ofereix un nou exemple del gust de la literatura coetània per la descripció detallada de les festes cortesanes, amb atenció pel vestuari, les cerimònies, la teatralitat, també pels elements eròtics d’alguna escena –nit de noces, l’actuació d’un home disfressat de girafa que reparteix figures amb forma de penis entre les dames–, un gust que té paral·lels en algunes pàgines del dietarista i mestre de cerimònies Johannes Burckard o fins i tot en obres difoses per la impremta coetània com el Tirant lo Blanc, que uns anys després es traduiria al castellà i a l’italià. Tot plegat es tanca amb l’habitual comentari crític de l’anònim contra el papa Borja i els usos de la cort vaticana.

{290} Cómo el papa huvo desseo fazer del mundo a su fixo el cardinal y cómo casó otra vuelta a dona Lucrecia, su fixa, con don Alfonso, real medio, a mucho comendarlos para crónichas, faze mucho a notar para todo hombre.

Por la muerte, como fue ya dicho, d’aquel don Joan, illustre duque de Gandía, cresció grande ánimo al sanctíssimo senyor nuestro el padre sancto a fazer del mundo y hombre seccular a don César, su fixo, y darle el título de duque de Benavento, el qual es patrimonio de la Ecclesia. Esta senyoría le satisfazía mucho para sus conceptos en l’esdevenidor a fazerlo rey del realme. Esti don César, qui se llamó el cardinal de Valencia, pocho reverenciando el ábito sacerdotal ni mancho cardinalescho, entre otras demostrationes ya dichas de su cuerpo con mucha disposición, de la qual tanto confió por atraher a su padre, hombre sancto, al que desseava entre los otros, hun día fallándose su sanctedat en el palacio o casa sumptuosa de Bellvedere, despullado en juppón por mostrar su fortaleza de braços e lingereza de su persona, volteava animosamente encima d’una mula, que atrahía gloria grande al padre, buen senyor, veyer esto, no sabe l’ombre cómo avino, la mula mansa bestia echó una empués otra dos pernadas, con aquellas ferió de pleno en los lomos al cardinal, que stuvo de aquellas por hora casi muerto, húvose a dezir que nuestro senyor Dios permittía algunas demostraciones que fuessen notas a las gentes; fue esto en el mes de junio.

A cabo de días su sanctedat, prosseguiendo su conçepto, mandó secretamente hun su misso a la magestat del rey de Nápoles por notifficarle dos cosas: la una fue que no innorava su magestat cómo havía contractado matrimonio de su fixa dona Lucrecia con el seyor de Pésaro, el qual, por seyer de natura fría, jamás huvo la cópula con su muxer, segunt por confessión tanto d’él como d’ella apertamente paresció, fue conveniente entre ellos dos pronunciar divorcio. Y porque la edat tanto dispuesta d’ella non quedasse sinse prole, fue conveniente mucho pensar en darle barón qui satisfaziesse al plazer e merescer d’ella y que fiziesse fixos, el que era mucho natural a los hombres con muxeres para acrescentamiento del mundo y perpetuydat d’aquel. Y como su magestat toviesse a su sobrino don Alonso, hermano de su nuera la princessa d’Esquillaig, fixo fuera de matrimonio del rey don Alfonso, su mayor hermano, le plaziesse qu’el dicho su sobrino casasse con la preffata dona Lucrecia, su fixa, a los quales plaziesse consignar algún stado para sus vidas, que su sanctedat prometía dotar a ella honradamente para’l menester d’entramos ellos. La otra cosa qu’el misso publicó al preffato rey ensemble con la respuesta, como toque interesso del preffato don César, cardinal de Valencia, y de su casamiento, porque la materia d’esti sía una continuata e contigua, porque mexor sea entendida de aquella con el fin que trahía en casa en parte tanto grande, por adelante será fecha devida continuata. Creyó su sanctedat qu’el preffato rey no le hosara dezir de no a quanto le demandara, por la parte que havía su sanctedat tomado en fazerle valença en cobrar el regno de tanto grande tiranno como fue aquel de Francia. Ora la magestat preffata, huyda esta proposición, respuso al hun cabo que de su sobrino don Alfonso fabló, le plazía casasse con su fixa. En darle stado, non lo podía fazer como no abastasse en consignar ni dar stados a su hermano aquel real don César, el qual havía fecho tantas insignes e grandes cavallerías e fechos d’armas, ni por conseguiente al otro don César llamado el cardinal d’Aragón, su sobrino, fixo del illustre don Arigo, otro su hermano, y estos dos con aquel don Karlos, hermano d’esti cardinal, contra la tanta superbia del rey de Francia y de su poder siempre stuvieron firmes en el regno y nuncha sallieron d’aquel, y no innorava su sanctedat cómo esti don César se era fecho ecclesiástico por no complazer e servir a su sanctedat, y havía renunciado su patrimonio el marquesado d’Esquillaig y era stado dado en casamiento a su sobrina, fixa de su hermano mayor, con don Joffré de Borgia, fixo de su sanctedat, y fue erecto, que como era nombrado marquesado, se llamó empués principado d’Esquillaig, al qual por el preffato rey don Alfonso, su hermano mayor, fueron agregadas otras tierras, e non solamente a estis dos reales qui son su sangre y han en campo derramado e perdido su proprio sangre y reportado naffras en sus personas, mas a otros tantos buenos cavalleros non les podía gratifficar segunt el merescer d’ellos, y d’ellos tantos fueron muertos en campo por su servicio, y los fixos e madres andan paupernitzando. E no innorava quánto su sanctedat havía fecho por él e su casa, de que le quedava en mucha obligación, y era a’quella assaz satisfecho por haver renunciados a sus fixos, primero al preffato don Joffré, al qual, como fue dicho, fue dado por su casamiento el principado d’Esquillaig, y empués a él mismo el comdado d’Olivito con Castrovillari, gruessa tierra e cincientos fuegos, y al duque de Gandía el duquado de Sessa, que eran estos stados assaz grandes e potentes sinse’l título de rey a acompararse con su magestat, y le suplicava le plaziesse haver por scusado e no tanto gravarle fata que se haviesse regonoscido como stava el regno de tantos trebaxos e guerras havidos, y assín fue esti misso aviado.

Recebida por su sanctedat la respuesta, dissimuló no fazer caso ni descontentamiento del stado, mas trebaxó por haver la persona sola del preffato don Alfonso, y tanto astutamente lo negoció que en breves días cautamente vino e entró en Roma, y havido grande contentamiento de la persona, sábado a vint e uno de julio, dentro el palacio appostólico, sinse fiesta ninguna uffanosa, fueron fechos los sposorios entre los dichos don Alfonso, real medio, y la dama dona Lucrecia, fixa de su sanctedat, a la qual por fama dio en casamiento en nombre de dote comptantes vinte mil ducados y en joyas vint e cinquo mil otros ducados. Y esti mesmo día, dentro el palacio appostólico, los fizo secretamente huyr missa en una cambra.

La noche seguiente, a Bellvedere fue fecho grande convite; húvoy grandes e maravillosas viandas volátiles e otras. Fuey demandada la princessa, nuera de su sanctedat, hermana al preffato don Alfonso, e aquella dona Tudorina, de simiente papal, que en todo buen potage cabe y es buena, segunt fue dicho; los cardinales el de Valencia, el de Borgia y Perosa, con Segorbe y aquel de Monreal, con otros secculares y ecclesiásticos a la mescla. Y empués acabada la çena, magníffica e mucho complida, comparescieron momos con grandes baylas, danças a la mescla, con achas ençesas copia, todos muy complidamente.

El lunes empués seguiente, dentro la Vinya, con barreras, fueron corridos toros sueltos; a éstos, cavalgando cavallos a la gineta, sallieron el de Valencia cardinal, e l’otro ahún de Borgia cardinal, el nuevo yerno don Alfonso y don Joffré, fixo de su sanctedat, príncipe el de Squillaig, con valencianos a la mesma gineta cavalgaron y empués los lancearon maravillosamente como complía a la fiesta.

El seguiente empués, día de martes, dentro la Vinya, adonde ha plaça maravillosa, fue fecho juego de canyas con torneos d’armas, en el qual sallieron los preffatos dos cardinales de Valencia e Borgia, armados en blancho para los torneos d’armas y con ábitos empués morisquos a la gineta, segunt el caso requería; no y fallesció en ellos dos seyer hombres del mundo.

El miércoles empués seguiente fue la viespra de nuestra Senyora, como en Roma por los romanos se acostumbra fazer sollempníssima fiesta, que trahen con mucha pompa en una tabla la figura del Salvador, miraculosamente fallada depicta; sáchanla de la ecclesia de Sant Joan de Latrá e tráhenla a la ecclesia de Sancta María la Mayor, adonde stá la propria figura fecha de nuestra Senyora de mano de sant Lucha; y tanto en acompanyar por la vía al Salvador quanto a la ecclesia de Sancta María va aquel día y el seguiente concurso grande de gente, quasi todos los de Roma y muchos otros foranos que y acuden por intensa devotión y perdonanças grandes aquellos días atorgadas por los summos pontíffices passados. Estas senyoras, la dama dona Lucrecia y la princessa, y por semexante el preffato don Alfonso y don Joffré, entramos cunyados, hermanos d’ellas, vestidos y arreados tanto magnífficamente, tanto pomposa, de panyo brochado d’oro sobrebrochado, que costó la cana CCLXX ducados –no y fallescía nada–, con diversas joyas maravillosas, andaron por medio de Roma; truxieron grande cavalgada de hombres y de muxeres porque mucho fuessen contempladas, miradas e loadas, el que es mucho natural a ellas, inperfetas, a la sollempne devoción del advenimiento del Salvador, tanto gloriosa e maravillosa fiesta; las cavalgaduras con las sillas d’ellas amantadas e cubiertas, rastrantes fata tierra del mesmo brochado; y el nuevo marido por semexante vestido del brochado en la mesma manera; andava, más, una haqua pequenya blanqua, no y cavalgava ninguno, con paramentos fata tierra, silla con coxín, todo oro, fecho por excellencia d’otro oro más sumptuoso, no tanto parençoso, mas era más riquo. Estos arreos pertenescían non solamente a personas reales, mas a imperiales y más, si a más se podiesse encarescer. Verdaderamente d’esti pontíffice, qui lo paguava todo, se pudo bien dezir que “erat bonus thesaurarius et custodiebat et distribuebat bene thesauros Ecclesie, prout fecit ille b[e]atus Laurencius, de cuius memoria cantat Ecclesia”. Fueron por cierto estas damas mucho acatadas, bien judicadas por todo y en muchas maneras y a diversos fines.

El preffato don César, cardinal de Valencia, porqu’el preffato don Alfonso, de reziente casado con su hermana, recebisse algún solacio d’él, propuso fazerle fiesta e darle convite maravilloso, en el qual se dasse orden de consumir el matrimonio. Y ordinada maravillosa e grande cena al palacio de Bellvedere mucho temprano, quasi a hora de viespras, su sanctedat passó allá cubiertamente; y luego fueron con su sanctedat las damas e otras ahún que empués sobrevinieron. Y fallando a su sanctedat en una cámera adonde todo hombre tomava muchas maneras de plazeres en mirar, palpar –todo se entendía y no sende fazía caso–, tomó su sanctedat por la mano a la princessa[2] y sachóla fuera. Toda persona seguió a su sanctedat, sino que quedaron solos en la cámera entramos ellos de reziente casados, no consumido encara el matrimonio. Stuvo su sanctedat con los otros por grande tiempo fuera la cámera, adonde con la princessa bolviendo, falló su sanctedat a ella, el tochado de la testa mucho guasto y quasi plorosa; interrogada por el padre cómo stava assín, mostrava que no era alegra. Ella, yrada, de mucha vergüença acompanyada, maniffestó cómo su marido l’avía tochada por fuerça e cuentra su voluntat; el papa dixo que era mal fecho, la cunyada con risos acerquósele, animándola al plazer. Finalmente fue puesto todo por ellos en risos, y de continente ella, naffrada d’amor, fue por su cunyada solaçándola trayda por mirar la fiesta, que venieron empués quatro toros sueltos, vino empués otro; fueron corridos en el parcho delante el palacio de Bellvedere; sallieron dotze cavalleros todos a la gineta, eran valencianos, sino el cardinal de Valencia que, ahunqu’el padre fuesse valenciano, de natura era bien romanescho, por seyer nascido dentro Roma, y la madre, aquella madona Pannoça, era de natura romanescha. Y entre todos estos cavalleros, a la morisqua vestidos, mucho ataviados en sus arreos con los cavallos ginetes, cavallos speciales con campanillas de plata blancha con algunas doradas, bien por cierto uffanosos, fueron Valencia y Borgia, cardinales, maravillosamente corridos e lanceados. En estas fiestas muchas buenas duenyas de mantell hi fueron. Y non podieron evitar [?], que por las muradas otros hombres con assaz otras muxeres por mirar, e ya que la noche entrava y dado el campo a sacho, qui quisiesse tomar de la carne de las bestias muertas y las gentes, tanto hombres como muxeres, dado su vía, mas algunos quedaron por veyer esti grande aparato, las grandes lumbres, achas ençendidas copiosidat. Vino el comer, que en medio la mesa fue puesto tribunal con dossero maravilloso. Y su sanctedat se assentó y empués, a la mano drecha, los de nuevo casados entramos, qui consumieron su matrimonio arrebatadamente; de las simolsas no sen pudo bien judicar, todo era de la fiesta. A la sinistra de su sanctedat era el príncipe d’Esquillaig, el otro su fixo, con su muxer la princessa; a la otra parte, la forana de la mesa, otros cardinales: Monreal, el de Borgia, el de Segorbe, el de Perosa. Muxeres muchas otras, cambiadas de ropas e ábitos femeniles con sus amantes, por mirar el grande aparato con otros hi fueron. El de Valencia, qui fazía el convite, era el maestro de sala: andava en cuerpo con jupón brochado, que todo hombre judicasse e veyesse su grande disposición y sus amores más acrescentassen. Grandes viandas volátiles e otras en mucha abundancia. Quando su sanctedat quería bever, era de pies la senyora princessa, con oxos, lengua e risos servíale de copa; siempre le andavan y stavan delante sus amores del cardinal. Húvoy música grande, sollempne de maravillosos instrumientos, vozes ahún mucho delicadas, canciones amorosas, todo mucho conçertado, que excitavan grandemente los ánimos al plazer humano de la carne. Y dando fin a esta cena mucho complida, stando ahún el solacio, sobrevino grande momería mucho abillada, y allí huvo baylas con otras treschas, bien por todo; empués [de mucho] hombres con [damas] dançar copiosamente. Empués vino giraffa una de piel con oro, mucho grande, la qual trahía vestida hun hombre en el porte e contrapassos; mostró que era scalcrido. A esta giraffa todo hombre le dio amplo e luengo lugar; al son de la músicha andava a vezes aquá, a vezes allá, circundando la sala, solaçando a todo hombre, dançando, contrapassando con buen ayre e maravilloso gesto. E ya que huvo fecho su dever, conosciendo seyer bien vista e mirada por todos unos e otros, se acerquó a la senyora dona Lucrecia, nuevamente y el mesmo día naffrada d’amor, y, elongando el cuello, esta giraffa le echó en la falda encima la ropa, a medio las piernas, una schátula o capsa odoríffera pintada d’ambre almeschado bellamente, y assín se apartó, continuando su baylar e dançar. Fue por los miradores importunada la senyora a ubrirla por veyer qué y havía dentro; fue fallado hun gruesso carallo con otros muchos de otras midas e suertes, los quales vistos grandes fueron los risos, cridos, ahuquos, xifflos a la romanescha, de donde el papa primero y empués los otros fueron comovidos de grandes risos; ella, la senyora nuevamente enamorada y llena d’amor, avergonçada, cuydó caher o del plazer del veyerlos o de la vergüença de los circunstantes, que no le calía, que a todo era bien maestrada, segunt se vio por demostraciones; estos carallos fueron tomados e a la turba circunstante, de la qual huvo copia, en l’ayre fueron echados. Empués, reposado aquel reyr, con algún ronquet que a la mescla hi concorrió, como se faze en Roma, con el mesmo contrapás esta giraffa se acerquó a la otra senyora, la princessa, acirqua la qual stava assentado Valencia, el cardinal, su mucho amado, y, elongando el cuello, no le eschó scátula o capsa, mas nudamente le echó en la falda bolichada de carallos de muchas fayçones, entre los quales hi huvo uno de buena mida; ella mostró enoxarse d’esto, mas el papa, cardinales e los otros miradores fueron tanto comovidos de risos, fue cosa bendita de Dios; por semexante en l’ayre <en l’ayre> fueron echados a la grande turba qui mirava, y d’ellos fueron muchos custoditos por l’aver en memoria a fazerne hostensión. En estas doctrinas seguidas en el conspecto deyphico terreno,[3] pues con verdat passaron, me alargué; ora non lo fagáys, e no [o]s lo dirán por amansar esti enoxo o plazer, si tal se podiere nombrar. Empués fue trayda collación grande, abundante, grassa, pomposa; la preffata senyora princessa la presentó a su sanctedat, y empués por semexante le dio mucho atractivamente, a la palaciana, con sus maravillosas reverencias, a bever. Y empués, ella assentada, todos, tanto los de reziente casados como ella y el príncipe su marido, cardinales e otros, fueron bien e complidamente servidos.

Estos solacios cómo se fizieron, por dezir la verdat se scribieron, mayormente que al summo pontíffice plazió, que fue grande piedat veyerlo, tanto desorden en tanto conspecto fecho. Y assín huvieron fin estas fiestas e solacios el jueves día de nuestra Senyora, a XV de agosto de novanta ocho anyos. A pocho entender mío no se atribuezca fablar tanto desonestamente, sino a los fechos seyer viciosamente fechos en la presencia de su sanctedat. Sea loado Dios qu’esto permitte, que a mayores cosas tiran estas demostraciones, e veráse adónde ni cómo pararán.

Notes

[1] Marqués de LAURENCÍN, Relación de los festines que se celebraron en el Vaticano con motivo de las bodas de Lucrecia Borgia con don Alonso de Aragón, Madrid, 1916 (1a ed. 1896).

[2] Sança d’Aragó, princesa de Squillace.

[3] en el conspecto deyphico terreno: en presència del pontífex (com a vicari de Crist a la terra).

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