Un dels textos literaris menys coneguts sobre el pontificat d’Alexandre VI Borja (1492-1503) és una història castellanoaragonesa escrita per un anònim de qui només sabem el nom de pila, Domingo. L’autor residia a Roma, on va ser testimoni d’alguns dels fets més comentats a l’època, com la presència de tropes franceses a la ciutat, que va patir en la seva pròpia pell.
L’anònim aragonès, que es declara antiborgià, anticastellà i antifrancès convençut, reivindica la presència de la dinastia aragonesa a Nàpols i aprofita qualsevol oportunitat per difondre l’anecdotari que anava conformant la llegenda negra sobre el papa Alexandre i els fills tinguts amb Vannozza Cattanei durant el cardenalat.
A continuació transcrivim un capítol de la història protagonitzat per Lucrècia. El rerefons el constitueixen els rumors sobre la no consumació del seu matrimoni amb el primer marit, Giovanni Sforza de Pesaro, que s’al·legarà com a una de les causes de divorci de la parella un cop el senyor de Pesaro no resulti útil per a l’estratègia diplomàtica del sogre. A partir d’aquí, la retòrica de la novel·la sentimental en voga i l’equívoc eròtic al voltant de la “pena”, explotat per la tradició literària, configuren un text francament divertit. Posant-hi una mica d’imaginació, fins i tot podríem reconèixer el Pintoricchio en l’atribolat pintor del papa que, una tarda de final d’estiu romà, adoctrinava una acalorada Lucrècia en ple desfici amorós.
Ya fue dicho quánto plugo a nuestro senyor Dios a esti pontíffice summo regidor del mundo acompanyarlo de fixos en abundancia, por ende scriptum fuit: “Generacio rectorum benedicetur”. Y entre éstos tuvo su sanctedat aquella dona Lucrecia, de assaz forma mirable, tanto amada por él, casada matrimonialmente con aquel senyor de Pésaro, barón entre los otros nombrado en la Ytalia […].
Ora estos dos, marido y muxer, vivieron en continuo por más de [en blanc] anyos. Siempre ella, delicada dama, mostró seyer malcontenta e sin plazer ninguno. Stava por ende el padre primero y empués los hermanos maravillados de dónde procedía. Esti barón de Pésaro fallándose en l’exército real encima de Attella y empués por el regno discorriendo las armas, ella qui stava en Roma, acahescióse caso, y fue en esti mes de setiembre de novanta seys anyos, que hun deprés comer, passado mediodía, mucho inflamada d’amor, nuda se puso en hun lecho de reposo, desfatigando su malencolía agora aquá, agora allá, con mucho tormento. Qui lo vidió era comovido a apiedarse d’ella y su mucha nobilidat. Movida de rabia e congoxada d’amor, fízose venir hun pintor, subtil en su magisterio, de los principales que tuvo el pontíffice su padre. Esti pintor, entrado en la cámera adonde ella iazía mostrando el cuerpo de medio vientre a suso por tomar del frescho, tanto stava calda de mucha congoxa, pantaxando, suspirando e tormentándose mucho piedosamente e yrada, que el maestro pintor, qui vedía el movimiento, le tomava dolor como non le podía remediar, y podiérale seyer tanto prompto e grato que fuera curación perfeta, e non tuvo ánimo para exequtar ni mancho fablar el caso, que era de persona humana dulçe, plaziente, lleno d’amor. Y ella, buelta en su sentido, veyendo al maestro, díxole:
—O maestro mío, piensa cómo stó quemada.
Fingió él no entenderla. Ella:
—Mi pena te maniffiesto con toda fiança d’amor.
Obriendo los braços:
—¿Sabríasme pintar una pena?
Él:
—Madamma, ¿qué entendéys a dezir?
Ella:
—Una dona apassionada como yo puesta en tanta pena, a la qual por mí misma non puedo remediar sinse ayuda, almancha la querría veyer pintada, sí me daría confuerto e ayuda a esta pena.
Él:
—Madamma, madamma, la pena non se puede pintar porque está en contentamiento d’ánimo o descontentamiento. Y a esto conozco que, sino toviendo en vuestros braços a quien amáys e más queréys, e amorosamente abraçando, tractando y strinyiéndolo, no se os puede quitar ni se poría vuestra pena pintar, como sté en vuestra delicada persona con el coraçón lleno e inflamado d’amor.
Ella:
—¡O maestro mío, quánto te veho subtil médicho e pocho piedoso!
Y sin más passar, los oxos tanto amaramente fueron acompanyados de abundantes aguas saladas, la sacharon del sentido. Y empués dixo:
—Vate, o maestro mío, entra en pensamiento si has arte que t’acompanye representar en pintura mi grande pena.
Esti caso empués vino en noticia del sancto padre y empués de los hermanos. Quisieron saber cada huno por sí cómo era lavorada del marido, que mostrava la carne se congoxava. Affirmó ella nuncha haverlo conoscido por hombre. Díxose empués qu’el padre la fizo a matronas regonoscer. Y havida la respuesta, hun día, como aquel qui era mucho amaestrado en semexantes cosas, dixo en solaz a algunos doméstichos suyos en su cámera, en lengua suya valenciana:
—Per Déu, per Déu! Bona carn té dona Lucrècia!
Esti fablar huvo muchos sentimientos, que cosas de tanta piedat son éstas y se avengan en el summo vicario de Christo.
Per llegir-ne més
He transcrit els passatges de la història aragonesa que tracten de Lucrècia en les notes a la versió catalana de Ferdinand GREGOROVIUS, Lucrècia Borja a partir de documents i epistolaris del seu temps, pròleg d’Eulàlia Duran, edició a cura de Maria Toldrà, traducció de Sebastià Moranta, València: Tres i Quatre; IIEB, 2007 (Biblioteca Borja, 4).