En el relat de Jerónimo Zurita (Saragossa, 1512-1580) sobre la secularització de Cèsar Borja, que en pocs mesos passarà de ser cardenal valentinus (de València) a convertir-se en duc valentinus (de Valentinès), és de destacar el ressò de documents coetanis, com ara butlles pontifícies i informes d’ambaixadors, i la voluntat de situar el procés en el context de les relacions polítiques del papa Alexandre amb els reis Lluís XII de França i Ferran el Catòlic.
Font: Jerónimo Zurita, Historia del rey don Hernando el Cathólico, de las empresas y ligas de Italia, I, Saragossa: Domingo de Portonariis, 1580, fol. 150r-152r (llibre III, cap. 28).
De la novedad que se siguió en las cosas de Italia, en casar César Borja en Francia
Los tratos que avía movido el papa, luego que sucedió en el reyno el rey Luys, fueron por medio del obispo de Cepta, nuncio apostólico, que era español y vino por esta causa a Francia. Y las cosas se fueron disponiendo de tal suerte que se començó a publicar que el cardenal de Valencia partía para Francia, donde avía de casar y ser heredado en muy gran estado. Pero el partido que le hazía el rey era darle ocho mil ducados de renta, en los quales entravan los condados que tenía ocupados a la Iglesia y otros diez de acostamiento, y una compañía de cient lanças y offerta de casarle con la hija del rey don Fadrique, que estava en su poder, o con otra muy principal de su reyno, señalándole la hija de Mompensier o las del señor de Labrit y del señor de Candala, que era de la casa de Fox y muy parienta de la reyna de Francia. D’esto començó el rey cathólico a concebir gran sospecha y recelo del papa que, por codicia y ambición de hazer grande a su hijo, no pusiesse en mayor confusión y turbación las cosas de Italia y de la Iglesia; y Garcilasso le requirió que no permitiesse venir a Francia al cardenal de Valencia ni dexasse el capelo, a lo menos sin voluntad de todos los confederados. El papa se escusava diziendo que no era perjudicial a ningún príncipe de la liga, la yda del cardenal de Valencia a Francia, siendo persona privada y que podía hazer de sí lo que bien le estuviesse, porque él pensava estar siempre firme con los coligados y esperava que resultaría d’ello gran beneficio al rey y se concertaría el rey Luys con él por su medio, porque tenía seguridad, mediante juramento, después que començó a reynar, que en las cosas del reyno no haría concierto con ninguna persona, sino por su mano, con fin que no renunciasse su derecho en el duque de Lorena, que lo pretendía y se intitulava rey de Sicilia y de Ierusalén, ni tampoco se concertasse con el duque de Borbón en nombre de la duquesa su muger, hermana del rey Carlos; confessava que la yda del cardenal de Valencia era arto contra su voluntad y que se contentara con mucho menor estado que en España se le señalaría o, si se le diera lugar, que él pudiera comprar el estado que el duque de Gandía tenía en el reyno y que ya se avía procurado con don Enrique Enríquez, su agüelo, y con la duquesa de Gandía, su hija; y affirmava que si se diesse por cient mil ducados, dexaría de embiar a su hijo a Francia. Viendo Garcilasso que estava el papa firme en su propósito y que lo del divorcio de la duquesa de Orliens se avía cometido a los obispos de Albi y de Cepta, para que casasse el rey con la reyna, con color de justicia, dexando de tratar del cardenal de Valencia, en la plática llegó a pidir al papa que se diesse orden en poner alguna reformación, que era muy necessaria por el escándalo público. Y leyéndole sobre ello una carta del rey, el papa se alteró y descompuso tanto que se la arrebató de la mano y la quiso romper, y rebolvió sobre el embaxador con palabras de amenazas. Entonces le dixo Garcilasso que no hablava ni dezía sino lo que un buen embaxador devía hazer en servicio de su príncipe, y que supiesse que mientra estuviesse en su corte no dexaría de hablar libremente lo que le fuesse mandado y le pareciesse convenir al bien de la christiandad; y si de aquello no era contento, le mandasse salir de su corte, que holgaría d’ello porque, según lo que veýa, él tenía muy poca gana de residir en ella. A esto el papa le dixo que aquella corte era más libre que las de los otros príncipes y que cada uno podía dezir lo que quisiesse, pero que era cosa fuerte que el rey cathólico presumiesse de entremeterse en sus negocios, no se empachando él en los de sus reynos, y que se devía contentar con regirlos, y que dexasse lo ageno. Al mismo tiempo d’estas reprehensiones y de la plática de la reformación, se hizieron las bodas de Lucrecia, su hija, con don Alonso de Aragón, y el cardenal Ascanio se salió de Roma, de miedo que el cardenal de Valencia no le matasse, con color que avía estorvado su casamiento con la hija del rey don Fadrique, y temiendo que no le robasse su hazienda y dinero, que era mucho. Considerando el rey esto, y que cada día se tratavan las cosas ecclesiásticas con mayor rotura y abuso, estando Italia en alguna paz y sossiego, se determinó en procurar, quanto possible fuesse por medios lícitos y menos escandalosos, que la persona del papa se reformasse, porque si no se ponía algún remedio, se entendía manifiestamente que començava a fabricar nuevas cosas en Francia y Venecia para en caso que, si lo uno no le saliesse cierto, asiesse de lo otro para acrecentar el estado de César Borja, su hijo, que avía de poner fuego en toda Italia y ser el verdugo d’ella, como lo conoció el rey claramente con el juyzio de su gran prudencia. Era cierto que los pensamientos del papa no se comedían assí como quiera, ni ponía tales límites a su ambición que se pudiesse tolerar honestamente, antes se estendían a querer dexar a su hijo rey de Nápoles, y por otra parte tentava de aver a Sena y otros señoríos para que tomasse el título de rey de Toscana; y lo que más se temía era que, con la grandeza de ánimo, la codicia no le cegasse a rebolver cosa con que hiziesse señores de Italia a venecianos o tentasse de sustentar los franceses, para perdición del estado de Milán, que no se podía defender, si la señoría de Venecia no le ayudava; y este socorro era muy incierto si el duque de Milán no dava algunos lugares o Pisa no quedasse pacíficamente con Venecia. De manera que por una o por otra vía se tenía gran recelo que venecianos se harían señores de buena parte de Italia. Y esto hazía poco al propósito del rey cathólico, por el interesse del reyno, y más por el de Sicilia.
Sucedió, pues, que, teniendo el papa el consentimiento del rey de Francia para lo que tenía deliberado en el estado del cardenal de Valencia, su hijo, propuso el mismo cardenal en público consistorio que por fuerça avía tomado órdenes de diácono y que no podía permanecer en aquel estado con buena conciencia; y suplicó se dispensasse con él para que le pudiesse mudar y se aceptasse su resignación de capelo y de las iglesias y beneficios que tenía. Los cardenales no sólo lo admitieron, pero suplicaron al papa que dispensasse con él, diziendo que el caso les parecía dispensable, aunque no se tenía noticia que se uviesse hecho antes d’estos tiempos. Provava el cardenal que nunca de su voluntad fue clérigo ni tomó orden sacro, sino por temor reverencial de su padre, y que quando murió el duque don Pedro Luys, su hermano, estuvo muy renitente y quiso matar a don Joan de Borja, que era menor que él, por aver el ducado de Gandía, y mucho tiempo estuvo en aquella porfia de no querer ser clérigo, y que siendo cardenal acetó orden de diácono, siendo compelido por su padre; y de todo esto produxo por testigos a los cardenales de Segorbe, Iorgento y Perosa. No se dexavan de tener por fundadas causas, para que se diesse lugar a tan gran novedad, la vergüença e infamia que, siendo cardenal tal persona, causava y dava a la Iglesia en sus profanidades y grandes desconciertos, porque él bivía de tal manera que, con mucha razón, fue de quien dixo primero Garcilasso, como gran cortesano que era, que aun para lego era muy deshonesto; y dezían que por vía de privación se deviera sacar del colegio, mas que por reverencia del papa se podía admitir su resignación. Pero la más apparente causa se entendió ser que fue creado con presupuesto que era hijo legítimo de Dominico de Ariñano, y se avía provado, y como legítimo fue assumido en el colegio, con consentimiento de todo él; y como después publicó ser hijo del papa, hazía su creación subreticia. Después de avida gran contienda y disputa sobre esto, se le concedió la dispensación. Y el cardenal por entonces no resignó, diziendo que lo haría quando tuviesse mejor assentadas sus cosas, pues bastava aver entendido la gracia que el papa le hazía. Causó esta dispensación generalmente muy gran escándalo, y muchos affirmavan que fue cosa nunca entendida en la Iglesia y que se otorgava por no estar el colegio libre y en tanta igualdad como fue en otros tiempos. Y assí con tales tratos y modos, y por tan malos medios, salió César Borja de aquel sagrado colegio como avía entrado en él y fue constituydo en aquella dignidad. Antes de ser assumpto al pontificado el papa Alexandre, de consentimiento de los cardenales, avía el papa Inocencio proveýdo de la iglesia de Pamplona a César Borja, que era entonces protonotario apostólico, y hízole administrador en lo spiritual y temporal; y el que entonces parecía que podía ser pastor, salió una fiera cruel que fue causa de grandes turbaciones y estrago en las tierras del patrimonio de la Iglesia y en toda Toscana. Aquella provisión fue a doze del mes de setiembre, en el año de MCCCCXCI, en el día que se celebrava la fiesta de la coronación del papa Inocencio; y en el año de su creación el papa Alexandre renunció el arçobispado de Valencia en César Borja, el postrero de agosto, siendo pocos días antes erigida en metrópoli por Inocencio. Siguióse luego el temor que avía de ser causa de grandes males porque, allende de ser tal la persona del cardenal, juzgavan comúnmente que si el papa para hazer grande al duque de Gandía avía llamado, según se creýa, al rey de Francia, para dexar estado al que le tenía tal por la Iglesia avía de tentar mayores cosas y más terribles.
En el mismo tiempo mandó hazer el papa alguna gente de armas, con color que la hazía por estar seguro y dar favor a la justicia, y dio sueldo a toda la casa Ursina, sino a Carlo Ursino y a Bartholomé de Albiano, que avían tomado sueldo de la señoría de Venecia, de dozientos hombres de armas, porque juntavan exército en ayuda de Pedro de Médicis, para divertir lo que intentavan florentines contra Pisa. Y porque la gente de Florencia no era bastante a resistir en dos partes, el duque de Milán se declaró más en su favor y embió su gente para que se juntassen con la de Florencia para resistir a los venecianos; y con este socorro florentines davan prissa en estrechar lo de Pisa.
Entendiendo el rey el acuerdo que el papa avía tomado en lo de César Borja, su hijo, luego propuso de mandar salir de la curia romana y de las tierras de la Iglesia todos sus súbditos y naturales; y haziendo alguna gran demostración en favor de la reformación del estado ecclesiástico, cumplir con Dios y con su conciencia y con toda la christiandad, o tomar algún medio que fuesse más útil y de menos alteración para que no se perdiesse el respeto y acatamiento que se devía a la sede apostólica, y las cosas se reduxessen a términos que se pudiessen pacificar las cosas de Italia.
La resolución que se tomó en Francia fue de dar a César Borja el condado de Valencia en el Delphinado, que llamavan el Valentinoys, con título de duque, que está junto de Aviñón, que otro tiempo solía ser de la Iglesia romana, aunque avía más de cinquenta años que no le posseýan sino los reyes de Francia, porque aunque el rey Luys el onzeno le avía dado a San Joan de Letrán, después se lo quitó. Y con esto, y con otros partidos de acostamiento y conduta que el rey le dava, como se ha referido, el papa determinó de embiarle a Francia, puesto que en lo del casamiento usaron franceses con él de mucha astucia, dándole muy ciertas esperanças que le darían la hija del rey don Fadrique, y por otra parte el rey de Francia no se quiso obligar a ello hasta que él viniesse a su corte, y entreteníanle en pláticas de otros casamientos; y entre ellos le offrecieron de casarle con Ana, hija de Gastón de Fox, señor de Candala, que después casó con Ladislao, rey de Ungría, de lo qual el rey cathólico recibía mayor sentimiento, por ser su sobrina. Y el papa quería embiar por legado a Francia al cardenal de Perosa, para mayor autoridad del divorcio del rey, sino que él no dio lugar a ello ni quiso que viniesse a su reyno con el duque de Valentinoys.